
Justamente ahora se cumplen 153 años de uno de los más trágicos y tristes episodios, si no el peor, que haya podido darse en nuestro pueblo a lo largo de la historia.
La terrible enfermedad de la viruela (causada por el virus variola), que según estudiosos del tema ya existiera en siglos anteriores a nuestra era por evidencias halladas en algunas momias egipcias, se fue propagando a través de la historia por el mundo, hasta hace relativamente pocos años.
De hecho, en el siglo XX, a pesar de que ya se había creado la primera vacuna con cierta efectividad en el siglo XVIII (Dr. Edwar Jenner 1796) y se había puesto en práctica otros medios de prevención con anterioridad, se hicieron múltiples campañas de vacunación que se fueron desarrollando en muchos países. Esta terrible epidemia hizo verdaderos estragos, con un porcentaje muy alto de letalidad, sobre todo en la población infantil, hasta que se consiguió erradicar definitivamente.
Los que ya tenemos cierta edad recordamos cuando fuimos vacunados de forma masiva contra esta contagiosa enfermedad, y en nuestros brazos queda señal de ello. En 1980 la Organización Mundial de la Salud certificó su erradicación en todo el mundo.
Se han escrito una gran cantidad de libros y artículos sobre la viruela y se han producido muchos hechos curiosos en torno a la forma de combatirla en algunas épocas concretas, por ejemplo, la aportación del Dr. Balmis en la expedición para el tratamiento de la enfermedad en Hispanoamérica (1803).
Sin hacer más consideraciones de ámbito general nos vamos a centrar en la forma en que afectó a Piornal la propagación de la viruela en 1872.
Según el Libro de Matrícula de la parroquia de San Juan Bautista de Piornal, de 1870, elaborado por el cura piornalego Vitaliano Escudero Nuño, Piornal tendría por aquél entonces una población aproximada de 1400 habitantes.
El perímetro del pueblo, evidentemente, no tenía nada que ver con el que existe ahora. Este número de habitantes, bastante similar al actual, vivía en unas cuarenta calles que se encontraban prácticamente de la Iglesia y el Palacio para abajo con límites aproximados que iban, partiendo desde la Plazuela del Nogal, calle El Gallo, calleja de la Ermita, Marilucas, plaza de San Pedro, Oriente, Pocillo, Estación, Candil, América, Colón, Barrionuevo, Sartén, Pizarro, la Fragua y Norte.
Dentro de este perímetro eran arterias principales la actual calle de la Fragua (entonces calle Príncipe) y su continuación por la calle Real hasta las Lanchas, San Roque, la Estación, Montera, América, Barrionuevo… y alrededores de la Iglesia, la Plaza, el Palacio, las Lanchas…
Se hacen estas observaciones para entender que era un espacio muchísimo más reducido que el del actual plano del pueblo en el que vivían casi tantas personas como ahora, por lo que el peligro de contagio de cualquier enfermedad era mucho más elevado.
En un porcentaje significativo de cada una de las casas de la localidad vivían distintas familias, matrimonios de la misma unidad sin independizar e incluso personas que por su situación de pobreza u otras razones estaban acogidos dentro de esa vivienda. No tenían más remedio que convivir y compartir los mismos espacios. Este extremo hace que en muchos casos coincidieran defunciones en fechas muy próximas en calles y barrios muy cercanos o incluso en la misma casa. Más de una familia tuvo que soportar este dolor el mismo día o los siguientes.
El 16 de abril de 1872, en el acta de defunción del párvulo Julián Fernández Moreno, de 3 años (tomo 6, folio 53 del libro de difuntos de Piornal), el párroco escribe una nota al margen con el texto siguiente: “Por este párvulo principió el contagio de la viruela. Al margen de las partidas se pone “viruela” para saber los que mueren de ella”.

Partida en la que figura el primer fallecido de la epidemia de viruela y nota al margen
Gracias a la meticulosidad del párroco Vitaliano Escudero que fue anotando al margen de cada partida en número correlativo de fallecimientos por la enfermedad, podemos hacernos idea del drama que se vivió en el pueblo. A continuación, se describen algunos datos estadísticos:
De los 238 fallecimientos en el año 1872, 183 lo fueron por viruela. De ellos 4 eran adultos (mayores de 18 años) y 179 párvulos (menores de 18)

Dentro de esta desgracia, hubo familias que fueron especialmente afectadas por el número de miembros que fallecieron. Entre ellas tenemos:
- El matrimonio Manuel Fernández Calle y Francisca Pérez Calle, residentes en la plazuela del Gato 33, perdieron en dos días a tres de sus hijos (Cristina, Jesús y Elías de 8, 3 y 6 años).
- Gregorio Ramos Sánchez y Cecilia Torivio Guillén, residentes en la calle Pez 2, sufrieron la pérdida de Casilda y Bernabela de 11 y 9 años.
- Bentura Salgado Vaez y Francisca Díaz de la Calle, residentes en Los Canchos 8, perdieron a Pedro y José, de 5 y 12 años.
Y, como los anteriores, hasta diez matrimonios más perdieron a dos de sus hijos en un plazo de días que no superaba la semana (en la mayoría de los casos) y, a veces, en el mismo día.
Como dato curioso reseñar que el 27 de septiembre de 1872 fallecieron los últimos afectados por la viruela en ese año (Faustino Pérez Torivio y Martín Prieto Merchán) y que hasta el 31 de marzo no se produjo otro fallecimiento; en este caso el de una niña de dos años. Damiana Leonor (expósita) y acogida por Calixta Bermejo para su lactancia.
Son muchos los datos que hay recogidos, extraídos del libro parroquial de defunciones, que sería prolijo referirlos todos. De cualquier manera nos ponemos a disposición de cualquier interesado para facilitarle los que sean de su interés. Simplemente enviar un correo a genealogiadeljerte@gmail.com
Comment
Gracias por este relato tan exhaustivo .
Y gracias también a Don Vitaliano .
Un saludo y deseando conocer más historias .